Parece ser que por fin puede obtener el Nobel de la Paz este héroe de nuestros tiempos. Vicente Ferrer murió el día de mi cumpleaños del año pasado. Mientras yo me torturaba por el implacable paso del tiempo y las huellas que dejaba en mi cuerpo, vi por televisión la noticia de su muerte y, nuevamente, me percaté de la banalidad que llena la vida de tantos seres que no ven más allá de su ombligo. Algunos de esos seres buscan alguna clase de protagonismo a lo largo de sus días -por ejemplo creando un blog-, y sólo ciertas personas entregan su vida a que la justicia sea la verdadera protagonista de los días de los otros. Pero esta justicia es tan ciega que estos héroes no son reconocidos como sería "justo".
Hace tiempo que sé que no siempre uno recoge lo que siembra, sin embargo me consuela que, aunque tarde, Vicente Ferrer sea reconocido como lo que fue: un hombre que pasó por este mundo moviéndose entre los conceptos más elevados que la humanidad ha creado.