Si hay algo que se le debe reconocer a Pedro Almódovar en prácticamente toda su filmografía es la dignidad que otorga a los personajes secundarios de sus películas. Incluso alguno de sus detractores lo destacan. Actrices como Chus Lampreave, María Barranco o Loles León han interpretado papeles que a menudo brillaban más que los principales. Incluso, en más de una ocasión, salvaban escenas que hubiesen desmerecido si no fuera por esos diálogos dichos con tanta gracia y solvencia.
Para los que no siempre hemos podido ser los protagonistas, ni siquiera de nuestra propia historia, es gratificante que aun siendo secundarios podamos brillar de vez en cuando, a pesar de que otros quieran apagar nuestra luz.
Querer ser siempre los protagonistas de la película resulta agotador para los que carecemos del suficiente egocentrismo o narcisimo que se necesita para ello, por esta razón nos contentamos con tener nuestra pequeña escena donde nos luzcamos lo justo para ser recordados como buenos actores. De hecho, las personas que conozco que desean robar plano continuamente acaban siendo unos pobres desgraciados que, con tal de erigirse como centro absoluto de atención, son capaces de todo, incluso de convertirse en patéticos y ridículos seres de vodeviles grotescos.
He crecido cerca de alguno de estos infelices protagonistas que sufrían siempre que no conseguían la atención solicitada, por ese motivo me quedé en secundaria que, aunque no es un papel tan lucido como el principal, me ha parecido la mayoría de las veces más digno y honesto.