Hoy he visitado junto a mi mentor en esto del bloggeo, mi buen amigo Xesco, una exposición sobre la remota historia de Arabia y sus dinastías. Después nos hemos incorporado a la caravana de los mil Reyes Magos que pululan por las calles comerciales de nuestra ciudad buscando regalos para hacer reinar la alegría una mañana de enero al año. Aunque ya no traen incienso y mirra como los de Oriente, también inician largas rutas a través del desierto de las dudas : ¿será su talla?, ¿le gustará el color?, ¿qué le compro a mi suegra?...
Y es que la realeza sigue teniendo connotaciones positivas, a pesar de que las sagas reinantes de nuestros días hayan oscurecido ese brillo que heredadon de los viejos cuentos de hadas. Incluso una mujer criada en el seno de una familia de tradición republicana como yo, siente cierta debilidad por esas edulcoradas crónicas sobre una trasnochada aristocracia en decadencia.
Tal vez sea por ese motivo que me encanta que algunos comparen mi forma de caminar con la de una reina; supongo que confunden la lentitud de una asmática concentrada en su fatigosa respiración con la solemnidad de Su Excelentísima Majestad entrando en el Salón de la Corona.
Lo más gracioso es que si tuviera que escoger un reinado, me quedaría con el de una "dragqueen" en su actuación estelar de la noche, al menos son reinonas por decisión propia y no simplemente por herencia.