viernes, 30 de septiembre de 2011

Roger

La repartidora de periódicos gratuitos estaba donde siempre y, como siempre, le di las gracias y seguí caminando hacia el ferrocarril que me conducía, como siempre, a mi trabajo. Abrí el diario por el final, como siempre, y leí noticias sobre la vida de los otros, como siempre. Cuando pasé la vista sobre los titulares de los breves en la sección de informacion local, la vi y, esta vez, ya no era como siempre...
 Ese motorista de 33 años no era un desconocido más que perdía su vida en un accidente, era alguien que tenía un nombre, Roger.
Tenía seis años cuando lo conocí, me llegaba por la cintura y tenía que apagar la tele para despegarlo de los dibujos animados y que se pusiera el pijama. Era un niño tozudo pero muy noble, y su risa contagiosa solía desarmarme cuando menos me lo esperaba. Y, mientras iba haciéndose mayor, tuve el privilegio de compartir con él , con sus padres y su hermana pequeña, Judit, esos momentos de la vida que nos hacen sonreír de emoción: su comunión, sus primeras vacaciones de adolescente en la playa, la boda con su gran amor y su gran debut como padre de dos niñas preciosas. Lo que jamás sospeché que viviría junto a él y los suyos es su despedida, tan temprana e injusta.
Roger era un trabajador responsable;  Pili, su madre, ya lo comentaba, a menudo lo observábamos serio y preocupado y temíamos que tanta carga le superara y le hiciera infeliz, pero consiguió trabajar en sectores que le apasionaban -todavía lo estoy viendo mientras enseñaba a patinar a unos noveles patosos e inseguros. Se había convertido en un hombre guapo, deportista y de costumbres tan sanas que alguna vez, cambiando las tornas, me había reñido por mi eterno vicio de fumar. Por éstos y otros muchos motivos estoy enfadada con ...¡realmente no sé con qué ni con quién demonios estoy enfadada!
Lo que sí que sé es que todos los que lo queremos a él y a su fabulosa familia no podremos olvidar a ese motorista del que hablaba un periódico la mañana de un martes de setiembre y, como escribió Jaume, su padre, espero que descanse acunado por todos los que lo quieren -" descansa bressolat per tots els que t' estimem".

sábado, 17 de septiembre de 2011

Estimat


En este convulso, triste y peligroso mundo todos buscamos algún refugio físico o espiritual. Personalmente -y debido a mi natural escepticismo- no soy seguidora de los credos habituales, y tampoco tengo ningún lugar o abrazo que pueda protegerme de los malos vientos de la vida. Tal vez sea por esta razón que mi mente ha creado extraños puertos donde anclar mis miedos y mis desdichas.
Esta noche, un viejo amigo ha regresado para que pudiera acariciarlo. En esa onírica realidad le preguntaba cómo había encontrado el camino de regreso a casa, a mi lado, y él movia su cola y lamía mis lágrimas como hacía durante los lejanos años de mi adolescencia.
Quizá pueda parecer absurdo e incluso enfermizo, pero mientras unos veneran a santos, yo tengo mi propio ángel de la guarda de cuatro patas que vigila mis sueños desde una estantería al lado de mi cama. No tiene alas ni aura pero cuando necesito un buen recuerdo que me haga sonreír miro su foto y me duermo más tranquila.