La semana pasada celebré mi cumpleaños rodeada de los que me quieren y desde aquí aprovecho para agradecerles nuevamente que lo convirtieran en un día tan especial. A todos nos gusta sentirnos especiales de vez en cuando, la verdad es que resulta un buen alimento para nuestra frecuentemente hambrienta autoestima.
No obstante, no creo que se trate de pesimismo el adquirir conciencia de lo pequeños e insignificantes que realmente somos, yo prefiero considerarlo humildad. Es una verdad absoluta que sólo podría deprimir a aquellos que se creen superiores al prójimo o cercanos al Olimpo divino.
No me siento peor conmigo misma por proyectarme desde la cama de mi habitación hacia la inmensidad del Universo, como una pequeña gota de agua que cae al mar.
Tal vez sea ésta la razón por la que siempre me emocinen más las pequeñas historias de los seres anónimos que las proezas de los héroes de leyenda.