sábado, 26 de junio de 2010

Una gota de agua



La semana pasada celebré mi cumpleaños rodeada de los que me quieren y desde aquí aprovecho para agradecerles nuevamente que lo convirtieran en un día tan especial. A todos nos gusta sentirnos especiales de vez en cuando, la verdad es que resulta un buen alimento para nuestra frecuentemente hambrienta autoestima.



No obstante, no creo que se trate de pesimismo el adquirir conciencia de lo pequeños e insignificantes que realmente somos, yo prefiero considerarlo humildad. Es una verdad absoluta que sólo podría deprimir a aquellos que se creen superiores al prójimo o cercanos al Olimpo divino.



No me siento peor conmigo misma por proyectarme desde la cama de mi habitación hacia la inmensidad del Universo, como una pequeña gota de agua que cae al mar.



Tal vez sea ésta la razón por la que siempre me emocinen más las pequeñas historias de los seres anónimos que las proezas de los héroes de leyenda.

sábado, 12 de junio de 2010

Un conjuro contra el miedo


En un capítulo de la serie sobre la escuálida abogada "Ally Mc Beal", una psicóloga, bastante excéntrica por cierto, le recetaba que buscara su canción de la felicidad, una melodía que limpiara su aura de malos rollos como si de un mantra budista se tratara. El efecto era casi mágico, y la protagonista de semejante prodigio se sumergía en un optimista baño de felicidad cada vez que la melodía elegida salía a su encuentro.

Recuerdo que ese capítulo me pareció escrito para mí y para todas aquellas personas que escuchamos nuestra propia banda sonora. La mía se compone de temas tan eclécticos que a veces me sorprendo cuando reconozco la voz del inefable Camilo Sesto retumbando en mi cerebro con su "Y ya no puedo más, y ya no puedo más, siempre se repite esta misma historia"... Desde pequeña, la música ha tenido un papel importante en mi psique, y cantar y bailar me han proporcionado tantos momentos alegres que, sin duda, son en parte responsables de que tenga ganas de seguir adelante cuando lo que me rodea me da el silencio como respuesta a mis preguntas.

Cuando necesito fuerzas para torear lo malo, me animo con "I will survive" o la versión más petarda de Mónica Naranjo " Sobreviviré" -aunque a veces caigo rendida a la todavía más castiza "Resistiré" del Dúo Dinámico y a su "junco que se dobla pero siempre sigue en pie"-.Como melodía de despertador escojo una canción que me invite a creer aquello de Serrat " hoy puede ser un gran día"; si mi autoestima está de huelga busco algún tema lo suficientemente petardo para que se active; como me asalte la melancolía recurro, por ejemplo, a " Entre mis recuerdos" de Luz Casal; en momentos donde no veo salida reaparece en mi mente el estribillo de Héroes del silencio que decía: "...siempre buscando una fuente donde poder respirar..."; y así podría seguir citando miles de canciones como la balada de Snow Patrol "Chasing cars", ideal para acompañar unas lágrimas solitarias, o "Angels" de Robin Williams que tan buenos recuerdos nos trae a Aurora y a mí...

En fin, si para los que practican una religión las oraciones se convierten en una terapia y en un medio para el recogimiento, la música sería un equivalente para esta alma que os escribe en uno de esos días en los que la visita su viejo conocido, el miedo, ese miedo que todos sentimos en algún momento provocado por la incertidumbre ante un futuro poco halagüeño y que nos bloquea incluso el presente. Por eso, hoy se oye en las galerías de mi cerebro, a modo de conjuro, el tema de Rosana "...mejor vivir sin miedo..."

domingo, 6 de junio de 2010

Es de bien nacido ser agradecido


Uno de los lujos que la "mardita" crisis no me ha arrebatado es el desayuno de los domingos en la cama: mi leche con Cola cao, mis tostaditas untadas con mermelada y, sobre todo, mi tiempo para recrearme y desperezarme antes de saltar del lecho de los sueños imposibles.

Mientras mi gata juega a morderme los pies que se mueven bajo las sábanas -¡qué mona y qué cabrrrona!-, he decidido asomarme a este blog que tenía algo olvidado por los diversos acontecimientos que han jalonado mi vida estos últimos días.

Y no es que no tenga nada que explicar sino que, como respiro algo mejor, he salido a dejarme ver por este sol que últimamente nos saluda tras el abandono al que nos ha sometido durante este inclemente invierno.

Aunque todavía arrastro ciertos achaques de salud, la primavera me ha revivido bastante y suaviza mis malestares varios permitiendo que lo bueno que me ocurre destaque sobre lo que no lo es tanto y, por este motivo, dejo los malos rollos y destaco algo que me ha hecho mucha ilusión:
este viernes vino a visitarme una exalumna de la que guardo muy buen recuerdo y, cuando esta vocación tan deteriorada por los gajes del oficio se iba a declarar en huelga, fue hablar con ella y encontrar, de nuevo, el sentido a esta profesión que se nutre de tantas emociones, unas positivas otras negativas, y que, a menudo, necesita de alguna muestra de gratitud para seguir desempeñándola. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de ella y me sorprendió ¡invitándome a su boda!

A una escéptica como yo estas cosas le transmiten un poco de confianza en el ser humano, y es que ser agradecido parece que no está de moda ¡con lo poco que cuesta dar las gracias y el maravilloso efecto que produce en el que las recibe!