Sin temor a parecer que busco excusas baratas para defender mi indefendible vicio de fumar, me gustaría reclamar un poco más de sentido común -bien dicen que resulta ser el menos común de los sentidos- a la hora de juzgar los agentes que provocan enfermedades.
Supongo que existen ciertos intereses creados que obligan a los velan por nuestra salud, llamémoslos, actualmente, señores del ministerio de Sanidad, a obviar sustancias y conductas que cada día diezman a la población y que se consideran una especie de daños colaterales que conlleva el progreso.
Son tantos los venenos invisibles que invaden nuestra alimentación y el aire que respiramos que mejor no empezar a remover la mierda - con perdón- por si esa rueda implacable de la tecnología punta se detiene y los poderosos "mercados" se molestan.
Es fácil arremeter contra el tabaco porque se ve y se huele, y considero acertada la preocupación de las autoridades por combatirlo ( aunque a veces los fumadores educados nos sintamos cercanos a una especie de "apartheid"), sin embargo, lo que más me indigna es que los que quieren que seamos más sanos cierren los ojos y miren hacia otro lado cuando lo que toca es combatir humos mucho más dañinos. Tal vez la contaminación les impide, como a mí, ver a los verdaderos malos de la película y prefieren arremeter contra el secundario "malote"...