viernes, 9 de noviembre de 2012

A lo mejor es el momento...

En la lucha entre el Bien y el Mal, como en las novelas de Tolkien, ¿dónde quedan los matices?
Creo que es el momento de marcar unos límites aunque no necesariamente se debe caer en el maniqueísmo ni en la demagogia. Y esto lo escribe una de las personas más relativistas que conozco: yo misma.
Ya no hay vuelta de hoja: el capitalismo ha muerto de éxito. Se ha convertido en un verdugo de sí mismo y, lo peor, en verdugo de tantas personas que caen víctimas de la avaricia de unos pocos que deberían ser apartados de la sociedad, porque ellos son los verdaderos advenedizos. Son personas con nombre y apellidos, que se levantaban cada mañana, como tú y como yo, con la intención de sobrellevar los problemas y encontrar alguna razón para sonreír.
Esta mañana, Amaia no ha podido más y se ha tirado desde una ventana que ya no le devolvía la luz de la esperanza.  En los telediarios dicen que se ha suicidado, pero no es cierto, Amaia ha sido asesinada con el arma de la avaricia de los bancos y por culpa de la desidia de unos políticos que sólo ven el bosque, pero no reparan en cada uno de los árboles que lo forman.
¿Cuántas muertes son necesarias para que este mundo se percate de que el capitalismo no puede gobernar la vida de los seres humanos?
No hay respuesta.
O tal vez no interesa escuchar a algunas voces incómodas para los de arriba porque están demasiado cargadas de razón.
Humildemente, reconozco no tener una fórmula mágica que pueda sustituir a este sistema económico obsoleto y destructivo; sin embargo, tengo los oídos abiertos a cualquier alternativa que cuide de estos árboles, que están enfermando de tanta injusticia, ya que sin ellos no hay bosques.
 
Me gustaría pensar que, como en los poemas épicos, ganarán los buenos; no obstante, siempre los héroes deben luchar contra las injusticias y no resignarse ante la adversidad. Supongo que este mundo necesita más que nunca caballeros honestos que maten al dragón y no hay que descartar a ningún candidato...A lo mejor uno de ellos podría ser, por ejemplo, Christian Felber, el adalid de la Economía del Bien Común. ¿Quién sabe? Quizá no vaya desencaminado y lo único que necesite sea que lo apoyemos...