domingo, 25 de julio de 2010

David contra Goliat


Nada mejor para estresarse en este tórrido verano que ser un nuevo damnificado de las empresas de telefonía. Tras una infructuosa lucha, con la devaluada arma de la razón de mi parte, nuevamente David no puede contra Goliat.

De nuevo la impotencia, las voces de un contestador que te convierten en una autómata pulsando teclas que te conducen a otras, y así sucesivamente hasta que te rindes a la evidencia de que existe una delincuencia, aceptada por las autoridades, que te hace sentir tan insignificante que podrías necesitar ayuda psicológica para restaurar tu dañada autoestima.

Una vez asumida la derrota, decidí renunciar al número telefónico que he tenido estos últimos diez años de mi vida y empezar de cero en otra compañía que me regalaba, eso sí con contrato de permanencia, otra maquinita "supersónica" que, teniendo en cuenta mi analfabetismo tecnológico, me va a llevar un buen tiempo entender y dominar.

No obstante, he decidido intentar ver el lado positivo a la situación, aunque sólo sea porque no quiero volver a hablar con el personal que atiende las reclamaciones, y como escribía en mi anterior entrada: "me renovaré", por lo menos el teléfono...

sábado, 17 de julio de 2010

Renovarse o morir


Como sigo siendo una neófita en esto de la informática y todavía me siento insegura en lo que a este ámbito se refiere, mi buen amigo Xesco vino ayer a casa para rediseñarme este blog que ha supuesto una inesperada distracción durante este año de adaptación a mis nuevas circunstancias vitales. Y es que es muy cierta la conocida disyuntiva :"renovarse o morir".

El cambio es temido porque siempre implica desconocimiento pero es tan necesario para sobrevivir que debemos encontrarle un sentido; por eso, tantas filosofías serias o de estar por casa nos lo venden como una clase de aprendizaje vital del que tenemos que extraer toda la sabiduría que podamos. Quiero confesar que, a veces, he preferido ser menos sabia y no tener que adaptarme tan a menudo a unas circunstancias, por otra parte no muy halagüeñas; sin embargo, esto de vivir no es una carta de restaurante donde elegimos los platos, frecuentemente el menú del día es cerrado y sin mucha variedad para escoger...

No es fácil aceptar unas condiciones de salud que no te permiten ser la misma de antes, y si el paso de los años nos cargan de experiencia también se cobran su tributo en lo que se refiere a lo físico. De todos modos, una vez te desahogas un poco con lamentaciones infructuosas, no te queda otra que intentar que los cambios negativos no te amarguen demasiado y que la vida, parafraseando el anuncio de un famoso caldo, no te cueza sino que te enriquezca aunque sea en el plano mental.

Por lo pronto, ayer por la noche, tras la renovación del blog, Xesco y yo fuimos a celebrar con una amiga su "despedida de juntada" -entiéndase como que ha terminado una convivencia de seis años con un tipo algo indeseable- y, desde esta entrada, le deseo que este cambio, en muchos sentidos desagradable, se convierta en una nueva oportunidad de enriquecimiento personal.

domingo, 11 de julio de 2010

Ésta es mi bandera


En estos días, mi pequeño país está sumido en una lucha de banderas. De los balcones cuelgan la "senyera", símbolo de los nacionalistas catalanes, y la bandera española que pretende animar al equipo de fútbol patrio, que juega hoy la final del Campeonato mundial de este deporte de masas. Es posible que incluso algunos de los habitantes sufran una especie de "esquizofrenia banderil" pues, por vez primera, muchos catalanes sienten los colores de las dos, aunque en diferentes ámbitos: el deportivo y el político.
Personalmente, me siento bastante ajena a estos sentimientos encontrados, ya que hace tiempo que me muevo en otro plano de la realidad. Mi concepto de patria es más amplio, mi nación es un planeta que gira alrededor de un sol que nos alumbra a todos.
Lo poco que sé de la historia de mis antepasados es que se han cometido muchas injusticias por defender los colores de unas banderas que no son otra cosa que trapos, y que, a menudo, envuelven los cadáveres de seres humanos que sacrificaron su vida por ellas.
Las banderas son símbolos tramposos, nos engañan, porque unen a unos para separarlos de otros.
Y no es que no comparta las inquietudes naturales de toda persona por defender sus costumbres y su cultura, sin embargo jamás consideraré las mías mejores que las del prójimo, sería una suerte de engreímiento en la que no quiero caer...
Por eso, hoy quiero colgar de mi balcón cibernético la bandera de la Tierra, que solamente nos separa del resto del Universo y que nos une a todos los habitantes del planeta.

sábado, 3 de julio de 2010

Saramago y Nemo


Una calurosa tarde de sábado. No me atrevo ni a coger el bus para ir a la playa a refrescarme, así que. con el ventilador delante del sofá, me he vuelto a emocionar viendo "Buscando a Nemo" en la tele -de vez en cuando no puedo resistirme a inocentes entretenimientos insustanciales-.

Pero ¿son siempre tan superficiales las películas de dibujos animados? Se han escrito numerosos ensayos sobre los personajes de cuentos infantiles, a veces para ensalzarlos, otras para criticar los efectos negativos que podrían provocar en mentes inmaduras. Sin embargo, mientras me sonreía escuchando a Dory hablando el "dialecto balleno", he recordado unas palabras de mi admirado y recientemente fallecido José Saramago. En una entrevista tras la publicación de un libro de memorias sobre su infancia en un pueblecito portugués, el escritor se planteaba una cuestión que me parece determinante y digna de reflexión para nuestra privilegiada y contradictoria sociedad del primer mundo: la sobreprotección de nuestros niños.

A lo largo de mi experiencia como educadora me he percatado de que existe un límite difuso entre proteger y sobreproteger a los menores, y, si sobrepasamos la frontera, creamos seres infelices y desarmados para afrontar los caprichosos vaivenes de la vida.


Sí, ya sé, ¿cómo he asociado a un pececillo payaso con nada menos que un premio Nobel? Pues esta asociación libre, y supongo que irreverente para algunos mitómanos, no es tan descabellada: Marlin, el papá pez de Nemo, siente tanto miedo de que su pequeño se enfrente al mundo que casi lo pierde en su afán sobreprotector.

Me gustaría pensar que si Saramago leyera estas líneas sonreiría desde su encomiable humildad y miraría al mar de su adorada Lanzarote pensando que en este oceáno, poblado de millones de peces, hay muchos Nemos que liberar de padres sobreprotectores que les niegan un aprendizaje básico para la supervivencia: a veces no hay más respuesta que un NO.