miércoles, 31 de marzo de 2010

La civilización castrante



Estoy intentando convencer a mi gata, y de paso a mí misma, de las bondades de la civilización. Pero es complicado hablar con un animal nacido para trepar, cazar y ser libre mientras lleva una campana de plástico para impedir que lama los puntos de una operación que anulará sus posibilidades de reproducirse.


Es el precio que debe pagar por vivir dentro de las comodidades que nos ofrece esta sociedad. Cuando la recogí de la calle intentando ofrecerle una oportunidad de supervivencia ante los duros inviernos y los estómagos vacíos, ya supe que tendría que esterilizarla, por lo de las molestias del celo, etc. Por otra parte, no creo que sea agradable sentir la llamada de la selva y encontrar los barrotes de una jaula de cristal.


Puede parecer un alto coste, sin embargo, todos los que vivimos en este lado del mundo, el de los ricos, lo pagamos sin pensar en otras posibilidades.No voy a caer en la trampa new age de creer que la madre naturaleza es la buena y la civilización el origen de todo mal, porque no es cierto en absoluto, la naturaleza está por encima de las consideraciones morales que el ser humano ha creado, no en vano estaba antes que él en el universo. Y, a menudo, me congratulo de todos los avances éticos que la cultura, fruto esencial de la civilización, ha llevado a cabo para compensar las injusticias de la madre naturaleza. No olvidemos que la propia selección natural, que Darwin descubrió, ya implica la desaparición del más débil frente a la supremacía del ejemplar fuerte. Por ejemplo, gracias a la civilización una miope de nacimiento como yo ha sobrevivido en estos tiempos en condiciones aceptables, y todo porque he nacido en un lugar y en una época adecuados.


Sin lugar a dudas, este razonamiento tan personal no le sirve en absoluto a un felino doméstico que va dando tumbos, desorientado, sin comprender aquello tan consabido y que tanto nos han repetido: "¡es por tu bien!".


¡Bienvenida a la civilización, Ninoshka! (Aunque sea castrante...)

domingo, 28 de marzo de 2010

¿Qué pasa con Cuenca?



A principios de los noventa vi una película cuyo protagonista , interpretado por Coque Malla, manifestaba que aunque siempre había querido viajar a Cuenca no había manera de conseguirlo. El filme, por otra parte, termina con el personaje partiendo hacia la bella ciudad de las casas colgantes. Pues bien, algo debe pasar con Cuenca porque he conocido a varias personas con parecidas dificultades para visitarla.


Una de esas personas fui yo misma que, incluso cuando lo conseguí en el 99, tuve más de un impedimento por el camino. Proyecté varias veces diferentes viajes para visitar esta ciudad y otras tantas se abortaron por diversos motivos: una opción mejor, problemas de transporte, discusión con los que serían mis compañeros de viaje, etc.. Este destino se convirtió en un reto y decidí luchar contra los funestos hados como hizo Ulises para llegar a Ítaca.


Y lo conseguí, eso sí con dos dedos rotos del pie y por tanto coja, lo que condujo a que los paseos por las calles adoquinadas del casco antiguo fueran de lo más peligroso para mi integridad física. Mi compañera de viaje,Aurora, sufrió más que si estuviera viendo a un funambulista a punto de perder equilibrio continuamente y, con toda probabilidad, deseó más de una vez que, de nuevo, este destino turístico maldito se hubiese gafado.


Lo más curioso es que el mismo día de llegada coincidía con un anunciado eclipse de sol de aquellos que pronostican el fin del mundo, y yo pensaba: "¿Se acabará el mundo con tal de que no vea Cuenca? Tampoco hay que exagerar ¿no?"


Bueno, en fin, parece ser que uno siempre consigue ir a Cuenca a pesar de todos los escollos que le amenazan y así se lo hice saber a mi buen amigo C. que esta Semana Santa pensaba visitarla pero algo ha pasado que no va a poder ser...


¿Qué pasa con Cuenca?

viernes, 26 de marzo de 2010

Aprender



Cuando hoy, por fin, me he sacudido la pereza y he decidido abrir mi blog(aunque realmente no me sentía inspirada para escribir una nueva entrada), me he puesto a leer los comentarios que algunos me dejáis. De repente, los de Francisco Torrents han despertado a la inoperante musa que me tenía abandonada. ¿Por qué? Pues porque usted o, mejor dicho, tú -los compañeros blogueros nos tuteamos ¿no?- eres una de esas personas que no tiene miedo a lo nuevo, me explico: mientras otros, como yo misma, nos bloqueamos ante cualquier novedad de tipo tecnológico y sufrimos espasmos cuando escuchamos que si "mp3", "mp4","iphone", "ipod" y otras leches en vinagre, tú siempre te has interesado por aprender todo lo que el siglo XXI está aportando a la humanidad, incluyendo este invento del "blog".


Aún me acuerdo de lo fascinada que me dejabas de adolescente, cuando iba a casa de mi amiga Aurora y me enseñabas los últimos cd's que te habías comprado; mientras mis padres y otros miembros de tu generación no pasaban de Los panchos o Manolo Escobar tú escuchabas pop inglés y rock americano del mejor, clásico y del momento.


Hace tiempo observo que existen dos tipos de personas: los que se conforman con lo aprendido y los que se conforman con aprender cada día un poco más y, sin duda, tú eres de los segundos y me gustaría hacerme mayor con esas ganas de saber más de lo que hoy sé.


Como sé que te gustan mucho las fotos de transportes te incluyo la de este tranvía lisboeta que tomé desde oootrooo tranvía lisboeta.


Una abraçada, senyor Torrents!

sábado, 20 de marzo de 2010

El "inamigo"


En castellano el antónimo de amigo es enemigo, pero estas dos palabras no recogen exactamente todos los matices que en la vida uno aprecia sobre el verdadero sentido de la amistad.

A veces pienso que hay tantos tipos de amigos como personas existen, por este motivo siempre añadimos complementos: amigos de juerga, amigos íntimos, amigos del trabajo, amigos para viajar, amigos de la infancia, amigos del "insti" o de la "uni",... Aunque, sin temor a equivocarme, la expresión al respecto que más utilizamos es la rotunda "amigo de verdad" con la que se nos llena la boca en determinadas situaciones y de la que renegamos algunas veces en las que esta "verdad" se convierte en una estafa.

No obstante, no entiendo por qué un amigo debe convertirse en enemigo el resto de nuestras vidas, con las connotaciones negativas que tiene este concepto: rencor, odio, malos recuerdos,... Además, algunos no nos podemos permitir experimentar este tipo de sensaciones tan destructivas -yo, personalmente, siempre somatizo los malos rollos y se me transtorna el cuerpo más de la cuenta, de modo que el odio me va mal para la salud- e infructuosas porque ¿qué se gana con darle vueltas y vueltas a lo que te hizo esa persona que bajó de tu vagón vital bien porque no quiso seguir siendo tu compañero de viaje, bien porque lo invitaste a apearse tú mismo? La respuesta es sencilla: NADA, porque tras el natural desahogo, uno recurre al consuelo de que menos mal que aún me quedan amigos de verdad...y todo vuelve a empezar.

En el cibermundo se utiliza mucho un palabro inglés,"unfriend", que podría describir algo mejor a ese amigo al que decides apartar porque no te apetece seguir relacionándote con él por determinados motivos , y no por eso pasa a ser tu enemigo en la batalla de la vida. Tal vez en español iría bien incorporar un término semejante, por ejemplo "inamigo" que no tiene la acritud de enemigo y , por otra parte, se aproxima más a la idea que necesitamos expresar.

¡Buen viaje, inamigos!

domingo, 14 de marzo de 2010

El buen perdedor


Ganar o perder, todo es posible en el juego de la vida. Algunos se conforman con jugar dignamente y mueven sus cartas con inteligencia, incluso cuando en el reparto inicial no les hayan dado demasiados triunfos. Cuando empieza la partida todos queremos ganar pero sólo habrá un vencedor, el resto de los jugadores tendrán que encajar el fracaso y perder con dignidad esperando que la próxima partida les dé otra oportunidad de victoria.

Siempre admiramos al ganador, sobretodo cuando lo hace con cierta dosis de humidad; sin embargo, desde pequeña, me fascinó la figura de aquél que sabe perder con elegancia y fuerza, y que se marcha con una sonrisa breve y agridulce dibujada en su rostro.

Los buenos perdedores se alejan solitarios por una calle gris, en un día lluvioso y frío, y sus siluetas se desvanecen entre las sombras...

miércoles, 10 de marzo de 2010

Jane Austen


Acabo de ver una película sobre los últimos años de Jane Austen.

Hace muchos años, cayó en mis manos Orgullo y perjuicio y ya no pude dar vuelta atrás, me rendí a la sutil ironía y al romanticismo costumbrista de esta escritora. Me reconozco como una más de las seguidoras de la Austen y de vez en cuando necesito releer alguna de sus obras.

Sin embargo, hoy me he visto reflejada más en la autora que en cualquiera de sus heroínas, tal vez sea por la edad, ya no soy una candorosa a la par que inteligente jovencita. Ahora me identifico más con esa solterona que se enfrenta a la incomprensión que despierta su elección de no contraer matrimonio para defender su libertad, a pesar de intuir que el precio de esa libertad sería caro -la soledad emocional y económica no es fácil de sobrellevar, ni siquiera en el siglo XXI -.

jueves, 4 de marzo de 2010

La elegancia


No hay discusión más infructuosa que la del "buen gusto". Tras el consabido intercambio de argumentos a favor o en contra de determinados conceptos estéticos, uno llega a la conclusión de la imposibilidad de convencer al contrario de que su opción es la más válida. Y, por supuesto, alguien dice aquello de " para gustos, los colores" o " sobre gustos no hay disputas". Pero, bueno, aunque supongo que existen ciertos parámetros unificadores lo que más me interesa de este fenómeno de opinión es la certeza de que algunas personas poseen un "je ne sais quoi" ( más glamuroso que un "no sé qué") que las convierte en exponentes de la elegancia.

Pero ¿qué es la elegancia? ( ¿otro debate? No, gracias) Se podría definir desde muchos aspectos: un traje, un peinado, unos gestos...Sin embargo, según mi parecer, la elegancia es una cuestión de actitud.A mí me impresiona la elegancia del que sabe perder - en el juego y en la vida-; la de aquel que sonríe ante un golpe de mala suerte; la del que cede el asiento en el bus a alguien que lo necesita más; la del que saluda con igual respeto a la señora de la limpieza que al jefe y, en definitiva, me parece muy elegante la persona que tiene la maravillosa costumbre de ser bueno desde la discreción. ¿ Y qué me decís de la elegancia del sabio cuando reconoce que todavía le queda mucho por aprender?

Realmente, aunque siempre es agradable que a uno le digan que tiene estilo ( sobretodo cuando lleva un jersey de seis euros comprado en el mercadillo) lo que de verdad deberíamos trabajar es en esta actitud de elegancia que convierte un Armani en una lechuga iceberg, por ejemplo - y sin faltar ni al uno ni a la otra-.

Y que conste que no renunciaré,a pesar de lo dicho,a mis desayunos de fin de semana en la cama y con mi revista de moda mensual.