sábado, 17 de abril de 2010

La calderilla mágica


Varias escuelas filosóficas, muchas religiones y gran parte de las personas que conozco defienden la existencia de señales divinas, o en todo caso esotéricas, que infunden cierta lógica al caos del Universo y al devenir de nuestros días.


Hace tiempo que mi experiencia vital me convenció de lo absurdas que son las cosas y de que la ampulosa idea, tan trillada, de la justicia universal no es más que un consuelo socorrido por tantos seres humanos que intentan poner orden a lo que les rodea. Eso me creó un conflicto interno sobre el sentido del bien y del mal que me tuvo dudando sobre si valía la pena intentar ser buena gente o no. Al final, decidí que no me sentaba bien desear el mal a nadie, por más justo que fuera, ni esperar más compensaciones a mis buenas acciones que la tranquilidad interior que me proporcionaba el sentirme bien conmigo misma.


Sin embargo, no he conseguido desprenderme por completo de ese afán de ver señales misteriosas por doquier y ayer, cuando un taxista me devolvió diez euros en calderilla porque no tenía un billete, pensé que se debía a que durante toda esta semana he estado buscando monedas para tomar cafés en las máquinas de las salas de espera del hospital donde he estado cuidando a mi hermana enferma.


No puedo evitar sonreírme ante el aspecto cutre de esta "señal" porque cuando me tomo en serio no me soporto a mí misma.


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