sábado, 20 de noviembre de 2010

El sedentarismo


Me parece fascinante la multiplicidad de percepciones que los seres humanos pueden experimentar ante una misma realidad. Hace unos días recibí el informe médico de la revisión que nos hicieron en el trabajo y lo primero que leí fue : "Actividad fisica: SEDENTARIO". No discuto el veredicto, desde que comenzó este año, mis problemas respiratorios no me permiten grandes proezas deportivas, sin embargo, vivo al día e intento, con más esfuerzo de lo habitual, llevar una vida normal. Estas últimas semanas, por ejemplo, no paro; además de una actividad laboral frenética, mi vida social se ha nutrido de numerosas celebraciones que me han tenido tan ocupada que ni siquiera he podido asomarme a esta ventana cibernética. O sea, que el sedentarismo es muy relativo...

Lo que sí es cierto es que mi arraigado hedonismo me conduce a hacer cosas que me complacen y la única actividad física que me gusta es bailar y, últimamente, no me prodigo demasiado -cosas de la edad- por lugares destinados al respecto.

Jamás he podido ir a un gimnasio, no me sé ubicar. Una vez entré en uno de esos espacios de máquinas y me recordó a una sala de torturas medieval, me senté en uno de esos extraños artefactos y uno de los monitores, con una sonrisilla maliciosa, me comentó con tono paternalista que estaba colocada al revés.

Y correr ¡ qué os puedo decir de correr! No lo entiendo, yo ni siquiera corro para pillar un autobús. No le veo la gracia ¿por qué correr si uno no tiene prisa? El sábado pasado, no sé por qué razón, se me ocurrió correr para entrar en el metro antes de que se cerrasen las puertas (lo más gracioso es que no tenía prisa y, además, los metros pasan muy seguidos) y , a pesar de mi forma física sedentaria, lo conseguí, entré cual atleta llegando a la meta. El problema vino después, cuando me di cuenta de que ya estaba dentro pero no podía frenar; así que en milésimas de segundo y sin poder evitarlo me estampé contra una distraída turista francesa que se llevó el susto de su vida. Y es que cuando una no está hecha para el deporte lo mejor es esperar a que llegue el siguiente tren y conservar la dignidad, aunque sea sedentaria.

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