viernes, 30 de abril de 2010

La caja de música


Salí del trabajo con esa sensación prometedora de todas las tardes de viernes.

Decidí aprovechar el buen tiempo para comprar algunas cosillas por el centro antes de llegar a casa. Buscaba, sobretodo, un regalo muy especial para festejar el primer cumpleaños de mi ahijada; hace unos días le compré un pequeño colgante con su inicial y pensé que sería buena idea que la guardara en una de esas cajas de música donde se guardan los tesoros y los secretos de nuestra niñez.

Pues bien, he vivido una verdadera odisea hasta dar con ella ¡Parece mentira que en una gran ciudad sea tan costoso hallar una simple caja de música! Pero cuando ya casi iba a rendirme (hoy se me había ocurrido ponerme tacones y mi maltrecho esqueleto cada vez los aguanta menos), una dependienta amable, como el Tiresias de Ulises, me ha señalado una pequeña tienda de juguetes antiguos que ha resultado ser mi Ítaca particular.

Al entrar, una cara amable me ha conducido a la ansiada estantería donde me esperaban cajas de múltiples colores y músicas variadas, y he escogido una en la que aparecía un hada que giraba al son de una bella melodía; por un momento, casi beso el suelo del establecimiento que en mi fuero interno se había convertido ya en una especie de oasis para la infancia perdida.

jueves, 22 de abril de 2010

Mi mar


Nacer cerca del mar y vivir en una ciudad donde se respira su aroma nos condiciona más de lo que percibimos a simple vista. El rumor de las olas al morir en la arena de la playa forma parte de la banda sonora de nuestra vida.

Desde mi más tierna infancia el mar ha sido un amigo incondicional; primero, en esos domingos playeros, cuando me recuperaba del revolcón de una ola traviesa comiendo un polo de limón que compraba mi padre al hombre de los helados; después, luciendo biquini con las amigas embadurnadas de aceite de coco; también, en algunos viajes a otros lugares donde siempre veía, en definitiva, un mismo horizonte azul.

El mar recibe muchos nombres, el mío es el de Serrat, el Mediterráneo, pero en realidad es uno sólo y de ahí proviene su grandeza.

En estos últimos días se ha convertido en un buen compañero de fatigas y su presencia ha aliviado unos momentos duros, por este motivo he querido dedicarle esta entrada a mi fiel y respetado amigo.

Y, ya puestos a dar las gracias (este blog cada día se parece más a una entrega de los Oscar con tantos agradecimientos), envío un beso a esos otros mares más chiquititos que me han mecido en sus limpias aguas de cariño...

sábado, 17 de abril de 2010

La calderilla mágica


Varias escuelas filosóficas, muchas religiones y gran parte de las personas que conozco defienden la existencia de señales divinas, o en todo caso esotéricas, que infunden cierta lógica al caos del Universo y al devenir de nuestros días.


Hace tiempo que mi experiencia vital me convenció de lo absurdas que son las cosas y de que la ampulosa idea, tan trillada, de la justicia universal no es más que un consuelo socorrido por tantos seres humanos que intentan poner orden a lo que les rodea. Eso me creó un conflicto interno sobre el sentido del bien y del mal que me tuvo dudando sobre si valía la pena intentar ser buena gente o no. Al final, decidí que no me sentaba bien desear el mal a nadie, por más justo que fuera, ni esperar más compensaciones a mis buenas acciones que la tranquilidad interior que me proporcionaba el sentirme bien conmigo misma.


Sin embargo, no he conseguido desprenderme por completo de ese afán de ver señales misteriosas por doquier y ayer, cuando un taxista me devolvió diez euros en calderilla porque no tenía un billete, pensé que se debía a que durante toda esta semana he estado buscando monedas para tomar cafés en las máquinas de las salas de espera del hospital donde he estado cuidando a mi hermana enferma.


No puedo evitar sonreírme ante el aspecto cutre de esta "señal" porque cuando me tomo en serio no me soporto a mí misma.


viernes, 9 de abril de 2010

¡Gracias!



Ha sido un largo y frío invierno, un invierno que me ha mantenido aislada del mundanal ruido. Pero el ciclo de la vida -como cantaban en El rey león- nos sorprende con una hermosa primavera que , además, será más verde que nunca por la sempiterna lluvia que ha caído estos días.


Durante estos dos últimos meses, mientras la vida de los otros continuaba afuera, yo la veía a través de mi ventana concentrándome en cada respiración sin comprender por qué el aire no fluía como antes.


Una noche de finales de enero, mi amigo Xesco decidió abrir una nueva ventana para que no me perdiera entre ahogos y suspiros y, sin más pretensión que la de animar a una "pobre asmática en apuros", empezó mi andadura por el ciberespacio en forma de blog, convertiéndose inesperadamente en una medicina para combatir el aislamiento involuntario al que me sometía esta pesada enfermedad.


Hoy me he sorprendido al ver que ya he tenido mil visitas y por eso quiero agradecer a los amigos conocidos y también a los amigos desconocidos( ¡qué curiosa paradoja! ) que se hayan asomado a mi ventana para ventilar mis malos aires.


¡GRACIAS!

lunes, 5 de abril de 2010

El Día de la Mona





Por circunstancias diversas, la vida me ha negado algunas experiencias bastante comunes para el resto de los mortales -no las citaré porque no me va el victimismo y me lo tomo con cierta conformidad-; sin embargo, hoy he experimentado mi primer día de la Mona con ahijada y ha sido un maravilloso regalo proporcionado por mi gran amiga Aurora (bueno, vale, Josep también puso algo de "sus partes") .



Emma nació un domingo soleado de mayo y sus padres me propusieron ser su padrina cuando ya pensaba que sería otro rol que no me tocaría representar. En Cataluña, este ofrecimiento supone un gesto de confianza muy importante y, entre otros menesteres, el padrino se encarga de regalar el lunes de la Pascua un pastel con huevos de chocolate y adornado con plumas y pollitos. Así que hoy he sido una más de los que celebran este día y por unos momentos me he sentido a gusto participando de los rituales de mi comunidad, algo poco frecuente para una persona como yo.



Si la vida ya es un regalo en sí misma, estas experiencias son el envoltorio maravilloso que provoca una especial emoción antes de abrir el paquete.