domingo, 3 de abril de 2011

La bella dama



Al salir del metro me he dado cuenta de que los árboles del parque ya verdean, e incluso algunos se ríen del invierno con unas flores lilas que alegran mi regreso a casa. Y es que ya se va el frío y apetece pasear sin prisas aprovechando que los días son más largos y la temperatura permite olvidar los pesados abrigos. Así llega la primavera. A ella no le importa la crisis, ni el tsunami japonés, ni mucho menos las elecciones locales de mayo, la bella dama es ajena al dolor de los mortales o a la alegría que nos infunde.


A pesar de que llevo unos días de encierro por mis habituales achaques pulmonares, siempre he sonreído a la primavera; hace unas semanas ya me fijé en el primero de los árboles que se pintaba de verde y, enseguida, lo han imitado los demás, como si quisieran reflejar de forma literal la conocida expresión: " ponerse verde de envidia". Lo curioso es que el verde también es el color de la esperanza, dos sentimientos demasiado opuestos para llevar el mismo traje.


Como la envidia nunca me ha sentado bien, me quedo con la esperanza en esta nueva primavera que tal vez remedie un poco las tristezas de los corazones helados.

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