lunes, 8 de agosto de 2011

La nueva religión de "los mercados"





Cuando el ateísmo se extiende en la sociedad capitalista, un nuevo dios consigue imponer sus rígidos e injustos mandamientos transtornando las conciencias de los incautos mortales. Es un dios invisible, caprichoso y poderoso; se le conoce con un nombre tan prosaico que jamás creímos que infundiera tanto terror: "los mercados". Nadie conoce su procedencia exacta, pero todos temen sus dogmas. Los políticos más brillantes se convierten en marionetas que bailan a su son, mientras que los ciudadanos de a pie intentan no ahogarse en este proceloso oceáno donde no hallan ni un madero donde asirse para seguir flotando.


Y no tenemos ni una sola imagen que venerar u odiar que para hacernos sentir algo más seguros; la iconografía no ha dado con nada lo suficientemente representativo y, por eso, infunde tanto terror; los seres humanos necesitamos ponerle nombre y cara a lo que tememos para poder enfrentarnos a ello.


Mientras tanto, nuestras insignificantes vidas son manejadas sin piedad ni justicia por "los mercados", que así, y escritos en minúscula, pretenden quitarse importancia, con su morfema flexivo de pluralidad incluido, y de esta manera tan sibilina van adquiriendo tanto poder que tienen en jaque a todo el planeta.


Personalmente, y como mi escepticismo natural me predispone a no creer en seres intangibles, he decidido declararme atea frente a esta nueva religión. Aunque temo que, como me ocurre con el catolicismo, y a pesar de no creer en los Reyes Magos, me dejo la visa tísica comprando regalos para celebrar la Navidad -pero, al menos, los antiguos gurús religiosos se molestaron en inventarse imágenes y poner nombres a los seres que idolatraban.









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