sábado, 17 de septiembre de 2011

Estimat


En este convulso, triste y peligroso mundo todos buscamos algún refugio físico o espiritual. Personalmente -y debido a mi natural escepticismo- no soy seguidora de los credos habituales, y tampoco tengo ningún lugar o abrazo que pueda protegerme de los malos vientos de la vida. Tal vez sea por esta razón que mi mente ha creado extraños puertos donde anclar mis miedos y mis desdichas.
Esta noche, un viejo amigo ha regresado para que pudiera acariciarlo. En esa onírica realidad le preguntaba cómo había encontrado el camino de regreso a casa, a mi lado, y él movia su cola y lamía mis lágrimas como hacía durante los lejanos años de mi adolescencia.
Quizá pueda parecer absurdo e incluso enfermizo, pero mientras unos veneran a santos, yo tengo mi propio ángel de la guarda de cuatro patas que vigila mis sueños desde una estantería al lado de mi cama. No tiene alas ni aura pero cuando necesito un buen recuerdo que me haga sonreír miro su foto y me duermo más tranquila.

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