viernes, 25 de noviembre de 2011

La generación "ESTAFADA"

Hemos sido estafados. Nos decían que estudíáramos y que si trabajábamos duro lograríamos tener una vida digna, en libertad y con nuestros derechos básicos cubiertos: una sanidad y una educación accesible para todo aquel que las necesitara, un techo que nos resguardara y, cuando se nos quedara pequeño, también podríamos viajar para conocer otros lugares y otras culturas. En fin,
hasta en los cuentos a los que eran buenos se les premiaba.
A cambio debíamos confiar en el capitalismo. Él nos garantizaba que nuestros sueños se pudieran cumplir. Durante años y años se nos decía que el progreso sería factible siempre y cuando no nos dejáramos caer en la desidia ni en el desencanto. La sociedad del bienestar era factible gracias a la aportación anual de cada uno de los ciudadanos a las arcas del estado. Este estado se estructuraba en tres poderes autónomos: el ejecutivo, el legislativo y el judicial, y nos garantizaba que los derechos de todos, los más ricos y los más pobres, fueran respetados y custodiados por los representantes escogidos en unas urnas cada cuatro años.
A mi generación la llamaron "X", después llegó la "Y" y, en la actualidad, se habla de los "ni ni"que , si en su origen, significaba que ni querían estudiar ni trabajar ahora se está transformando en una juventud que ni puede trabajar ni encuentra trabajo, aunque quieran. Hoy todos formamos la generación "ESTAFADA".
Y ¿quiénes son los responsables de semejante engaño? Unos hablan de los demoníacos e invisibles mercados, otros de los políticos gestores que han derrochado o malversado los ingresos de la hacienda pública, algunos iluminados nos dirán que un planeta de la galaxia vecina nos está intentando aniquilar para apoderarse de nuestro mundo...
Lo cierto es que con la que está cayendo, una lluvia de piedras que destruye los ideales de muchas personas que soñábamos con un mundo mejor y más justo, los responsables de la actual crisis mundial se están yendo de rositas porque gran parte de los ciudadanos prefieren aferrarse a un sistema, cada vez más caduco e inoperante, que no tiene otra solución que el parche que supone eliminar los mínimos derechos que la gente más pobre había conseguido tras siglos y siglos de injusticias y de luchas por una mayor igualdad entre los seres humanos.
Lo más deprimente es enterarte de que personas queridas y cercanas, a las que siempre habías creído solidarias y valientes, se dejan manipular por las políticas del miedo y del conservadurismo trasnochado. Las clases privilegiadas siempre aprovechan la mínima ocasión para desengañar a los que quieren un cambio social transmitiendo un mensaje de hipócrita prudencia que frene los posibles cambios que pudieran abrir grietas en los bien asentados cimientos de su mundo acomodado. Nos dicen que no es posible, que las arcas del estado están vacías para ayudar a tantos vagos y maleantes, y, mientras tanto, permiten que el fraude fiscal de los más ricos crezca con toda la impunidad que se puede comprar con dinero. Lo que me pregunto es cómo gente inteligente puede dejarse estafar todavía a estas alturas del partido.

lunes, 21 de noviembre de 2011

¡Adiós, CC!

Mientras el país se agita entre mil y una sensaciones tan contradictorias, en mi pequeño mundo ha habido una despedida tan insignificante para el resto del universo que parece irrisorio que alguien se moleste en teclear unas palabras para recordar este día. Se ha muerto uno de los seres que ha acompañado mis soledades en estos últimos años. Se llamaba CC (Cecito para los amigos) y era un conejo de piel suave y no muy avispado que me regalaron unos alumnos hace ya unos cuantos años. Me he pasado toda la tarde recogiendo sus comederos, su jaula, y llorando como una Magdalena, mientras me enfrentaba a la idea de la ausencia absoluta.
No quisiera comparar la muerte de una persona con la de un simple animal, pero en lo básico la sensación de vacío es parecida: el ya no ser de algo que hoy no se ha comido su pienso , con esa avidez que le caracterizaba, ni ha saltado al sofá en busca de mis caricias, ni ha roído el periódico del revistero.
Me consuela la idea de que en su corta vida ha tenido los cuidados de una solitaria que odia las prisiones y que siempre que podía le abría la puerta de su jaula para que saltara y jugara por el piso y por un balcón lleno de plantas que él "podaba" al menor despiste.
Ha dejado de respirar en mis brazos mientras lo llevaba al veterinario y eso es algo que podemos envidiar los que no sabemos si alguien nos abrazará cuando nos muramos. Tal vez sea lo único que una persona debería desear de veras: terminar sus días mecido por el amor de los que se quedan en este mundo.

martes, 1 de noviembre de 2011

Los yayos flauta de Hamelín

Una de las cosas que más lamento es el no haber disfrutado de mis abuelos. Al ser hija tardía, cuando nací ya habían muerto casi todos, tan solo quedaba mi abuelo paterno, un señor que veía los domingos y que me invitaba a galletas mojadas en moscatel. De él sólo aprendí a jugar a solitarios con cartas y poco más, y sus muestras de cariño fueron tan escasas para sus nietos como para sus hijos. Sin embargo, parece ser que los padres de mi madre eran unas personas con un gran potencial para amar que, por desgracia, yo no he podido recibir.
Con toda la prudencia que se debe tener antes de generalizar, la generación de nuestros abuelos se enfrentó a un convulso siglo XX, a sus guerras, a sus miserias, a sus avances, etc. Ante ellos se abría un mundo cada vez más rico pero también más complejo donde las pulsiones humanas más básicas: el hambre, el amor, el odio, el miedo, la vergüenza..., se mezclaban con logros tecnológicos y científicos que prometían convertir el paso por este mundo en un hermoso y estimulante paseo lleno de bondades que jalonaban un presente, a menudo desconcertante, con halos de esperanza que anunciaban un futuro mejor para ellos y sus descendientes.
Si bien esta crisis azota los pilares de la economía mundial, encuentro más terrible todavía la crisis ética, moral y espiritual que sacude las conciencias de innumerables personas que lucharon y se esforzaron   para que sus hijos y nietos vivieran en mejores condiciones que ellos.
Es por este motivo que no me sorprende que estos ancianos salgan a la calle a denunciar la destrucción de todo lo positivo que, con muchos sacrificios habían logrado antes de que les estafaran el dinero y, sobretodo, los sueños de un mundo mejor y mas justo.
Son personas cuyo legado llega a nuestras manos ahora, en vida; son sus protestas las más altruistas, porque piden justicia para sus nietos, aunque ellos no lo puedan ver; en resumen, son hombres y mujeres que saben lo que es luchar por sus derechos y, aún, no quieren rendirse; son grandes seres humanos como Sampedro y Hessel que han compartido sus experiencias y sus palabras con los Indignados que han llenado plazas y calles desde el 15M.
¡Ojalá que estos yayoflautistas consigan llevar al río a todas las ratas que invaden la tierra prometida!