martes, 17 de enero de 2012

16 de enero


Según unas estadísticas, el 16 de enero es el día más triste del año, parece ser que se debe a que hace frío, hay poca luz solar y, además, estamos en la famosa cuesta de enero. Yo no lo supe hasta la noche, en un telediario y, desde luego, al oír la noticia me quedó claro que mi vida nunca se ajustaría a la regla general porque, si bien ayer amanecí con una espada de Damocles sobre mi cabeza, me acosté con una sonrisa de oreja a oreja y sin tener que recurrir a la bebida para conciliar el sueño.
Y es que "hoy quiero confesar" , como dice la folklórica, que llevo casi dos semanas utilizando el whisky de somnífero -no me juzguéis, tenía mis motivos y, por suerte, la angustia ha terminado  y ya he vuelto al vasito de leche-.
Lo más inquietante de ciertos días es experimentar la extrema fragilidad del hilo de nuestras vidas: hoy amaneces pendiente de una rutina incesante y, en un minuto, el viento cambia de rumbo y te conduce a puertos que desconocías o que nunca hubieras querido visitar.
Gracias a Dios, a los ángeles o a los habitantes del planeta X8 de una galaxia lejana, mi velero llegó ayer al puerto de mi ciudad, Barcelona. Ante su mar, le agradecí a la diosa Fortuna que me diera una tregua y, también,  que me acompañaran en este viaje buenos amigos que estarían cerca de mí pendientes de rescatarme por si alguna vez naufrago.

2 comentarios:

  1. El verano pasado visité por primera vez Barcelona junto con mi mejor amigo, el cual se crió en Lima. Sentados en la arena de la playa que sale en la fotografía, mirando el mar, me expresó lo que para el significaba esa visión, ya que había crecido en una ciudad con mar. La nostalgia le invade, ya que lleva años viviendo en Madrid. Aunque yo me crié con otros tipos de mares, le comprendí y desde entonces comparto parte de su sentimiento. En momentos de tensión, angustia, ansiedad e incertidumbre, he vuelto a mi ser, pensando en el atardecer a los pies de ese mar de Barcelona.

    Un placer.

    antoniomachines.blogspot.com

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  2. Barcelona es mi ciudad y no sé si puedo ser totalmente objetiva, lo que sí sé es que mi tendencia escapista siempre se ha visto refrenada porque el azar me hizo nacer frente a este mar, y crecer en estas calles de colores que humanizan el asfalto. Cuando, a veces, me planteo la posibilidad de buscar nuevos horizontes, una invisible cadena me sujeta a este cielo y a estos atardeceres.
    Gracias, Antonio, por tu comentario.

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