martes, 23 de febrero de 2010

Aurora



La vida -que tantas cosas me ha estafado- me regaló hace muchos años el conocimiento de la verdadera amistad y me siento por ello una privilegiada. Por eso, muchas veces detengo la típica retahíla, tan humana, de quejas sistemáticas justo cuando pienso en esta gran suerte.


Tendría unos cinco años cuando llegó una niña nueva al parvulario, me acerqué a ella y nos pusimos a jugar, desde entonces, y aunque el transcurrir de los años nos ha conducido por diferentes derroteros, no entiendo mi pequeña existencia sin ella. De hecho, si a veces me parece más grande es gracias a mi Aurora (no quisiera ponerme muy cursi, pero su nombre es paradigmático porque siempre viene a rescatarme de mis largas y tormentosas noches). Con ella y por ella he vivido las experiencias que otros me han negado y , además, su amistad me ha convertido en buena amiga también de otras personas que se han subido a mi vagón de este tren de la vida para compartir este apasionante viaje.

1 comentario:

  1. Te quiero mucho, gamberroide!
    Apúntate un tanto más en la lista de veces que me has hecho llorar (de alegría)! Y gracias por haber puesto esta foto en la que tan bien se me ve!
    Ahora te llamo, bicho...

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