viernes, 19 de febrero de 2010

"Día-calamidades"



Pronto estrenarán un nuevo culebrón televisivo, se titula algo así como "Bella calamidades", y comienzo así mi entrada porque hoy he tenido un día de esos en que, sin ánimo de melodramas baratos, me atacan ciertos duendecillos maliciosos para ponerme la zancadilla con la intención de abatir mi ya maltrecha moral.


¿Quién no tiene un "día-calamidades" de vez en cuando ? Y no me refiero a una jornada trágica, no, esto son palabras mayores y no quisiera salpicaros de sangre, sudor y lágrimas -¡bastantes dramas ya nos asaltan sin llamarlos!-, más bien me limitaré a destacar esas molestas anécdotas que te hacen poner los ojos en blanco y maldecir a algún antepasado ajeno o propio.


Para empezar, ha amanecido lloviendo y me he olvidado el paraguas en el tren -una de tantas donaciones debidas a mi habitual despiste-, a continuación, la jornada laboral de este viernes ha estado jalonada por más de un incidente, gajes del oficio pero con más mal rollo de lo habitual; cuando por fin decido relajarme con un café aguado de la máquina, se me derrama enterito antes de dar el primer sorbo; podría seguir con pequeños detalles "tocapelotas" del tipo: justo al llegar a la parada se va mi bus o el último bocado de donut se cae al suelo, sin embargo, teniendo en cuenta que la Tierra es un balón azulado cuando la observas desde el Meteosat, y no te digo nada si la pones al lado de un planeta gigante de otra galaxia llamado Arturo ¿quién demonios puede sentirse perseguido por la mala suerte cuando su existencia es, prácticamente, un insignificante grano de arena en una inmensa playa?
A esta actitud se la podría denominar: positivismo por simple humildad.

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